terça-feira, 10 de maio de 2011

Juan Manuel...

...Blanes!!!


Nació en Montevideo, el 8 de junio de 1830, aunque otros autores equivocadamente lo señalan siete días antes. Era hijo de don Pedro Blanes, español y de doña Isabel Chilavert, argentina, oriunda de Santa Fe. La escasa documentación sobre los comienzos de su carrera artística sólo nos indica que desde pequeño mostró vocación por el dibujo, pero la necesidad de ayudar a los suyos, le hizo ingresar como tipógrafo en la imprenta de "El Defensor de la Independencia Americana", periódico del partido de Oribe. A los 20 años, pudo Blanes consagrarse por completo a la pintura. En 1857, se trasladó a Entre Ríos, donde el general Urquiza le encargó que decorase su Palacio de San José, dejando muestras de ser un pintor vigoroso a través de varios trabajos entre los que figuraban ocho óleos de batallas, algunos retratos y la pintura del oratorio. 


En 1860, regresó a Montevideo y obtuvo del Congreso una pensión para perfeccionar al año siguiente sus estudios en Roma y Florencia, permaneciendo en este último lugar hasta 1864, donde estudió con Antonio Ciseri. Esa influencia de lo académico, originada por Ciseri, se proyectó largamente sobre las obras de Blanes, pudiendo diferenciar de esa actitud principalmente su labor como pintor costumbrista y algunos retratos, así como cuando trató algunos temas que le ofrecía la información del momento. A su regreso la pintura no tenía secretos para Blanes. Sin embargo, se impuso, triunfó a fuerza de voluntad e inspiración. Producía mucho. Era pintor fecundo y desigual. Aparte de sus envíos de pensionado, se estrenó con un retrato ecuestre del presidente paraguayo general Francisco Solano López, hecho el mismo año, y El Bombardeo de Paysandú, pintado en 1856. En el género histórico, obtuvo un clamoroso triunfo con el cuadro de Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires, pintado en 1878, en el cual evocó con realismo conmovedor una de las escenas más dramáticas de aquellos luctuosos días de 1871. Será con la representación de los Drs. Roque Pérez y Manuel Argerich, descubriéndose en el umbral de la pocilga, frente al dolor y la muerte.


Con parecido éxito pintó sucesivamente La Muerte del General Venancio Flores, donde realizó seguros y certeros toques sobre el relato de un crimen, sin perder su carácter de noticia; La Revista de Rancagua, obsequio de la República del Uruguay a la Nación Argentina, en 1878, en la que patentizó la emoción extraña, casi angustiosa de la legión chilena, los "hijos de la patria vieja" que marchaban heroicos e impasibles hacia la terrible jornada de Rancagua; El incendio del vapor América, en colaboración con De Martino; El Retrato de su madre, primer premio de la Exposición de Chile en 1875, juzgado por Zorrilla de San Martín como su obra maestra, el desnudo; las excelencias plásticas de Demonio, mundo y carne, en el que hay que anotar un color trabado con consistencia, que exhibió en la Exposición Internacional de París, en 1900; El asesinato de Florencio Varela; Los últimos momentos del general José Miguel Carrera, que tanto apreciaba Blanes, y que lo expuso con gran éxito en Santiago de Chile en 1873; Como muere un oriental y la figura de La Paraguaya. En el Juramento de los Treinta y Tres Orientales, que Blanes donó al gobierno uruguayo, consagró su nombre. Allí mostró la emoción épica de la gesta de Lavalleja a través del desembarco de los héroes en la playa de la Agraciada para libertar la patria invadida y sojuzgada por el Imperio. Luego de haber decorado la rotonda del Cementerio Central Pintó la Revista de 1855, donde solucionó los más arduos problemas de las telas grandes al identificar patentemente a caballos y caballeros, que los militares obsequiaron al presidente general Santos. 


Otras dos telas de aventajadas dimensiones y de relevado valor artístico e histórico fueron El General Roca ante el Congreso Argentino, y La Conquista del Desierto, donde también lo representó al frente de las tropas expedicionarias en la margen del Río Negro, por encargos recibidos de la Argentina. Blanes, sin la técnica genial de los grandes pintores franceses finiseculares, supo comprender y hacer sentir la patria en sus creaciones pictóricas, mérito, y virtud que hace olvidar los defectos menores que una crítica demasiado severa señaló en su tiempo. 


Volvió a Italia en 1879, a vigilar la educación artística de sus hijos y al cabo de cuatro años de ausencia que también fueron de estudio y trabajo, restableció su taller en Montevideo, dedicado principalmente al retrato. Entonces produjo piezas culminantes en ese arte: el Retrato de Carlota Ferreira, donde suelta alegremente los tonos de su paleta, traduce con claridad pictórica las calidades del físico de su modelo y las prendas de su vestimenta. Se destacan dentro del mismo molde la austeridad del Retrato de su hermano Mauricio Blanes, la placidez risueña del retrato de su madre, o las de José María Castellanos, de Besnes e Irigoyen, de Jaime Roldós y Pons, de Pedro Márquez y otros. En su galería figuran además los retratos de Flores, Rivera, Tajes, Pagola, Osorio, Solano López y Artigas. De los personajes de sus temas folklóricos, el gaucho es no sólo el principalmente tratado, sino también el más sentido.


Cuando lo interpreta realiza impresiones típicas del gauchaje indolente que se recuesta en palenques y tranqueras o cuando no se sacude en domas, enlazadas y boleos. Blanes allí se permite una libertad que no es habitual en sus trabajos, y logra así obras perdurables. Puede que en el artista, pese a la emoción que ese personaje le provocaba, privara el concepto de la época, según el cual la categoría del tema jerarquizaba a la obra; si así hubiera sido, las conclusiones de la estimación posterior resultarían un tanto paradójicas puesto que aún sin llegar a considerar a sus pinturas de gauchos como sus obras más valederas, -muchas veces se ha estimado que es en ellas donde mejor se advierten sus grandes condiciones de pintor. 


La muerte trágica de su hijo Juan Luis y la misteriosa desaparición de Nicanor, el último que sobrevivía, atormentaron los últimos años de Blanes, en medio de su salud quebrantada, falleciendo en Pisa (Italia), el 15 de abril de 1901, cuando proyectaba terminar su último gran lienzo "La Batalla de Sarandí", en el que venía trabajando desde hacía tiempo. Desde entonces, las generaciones rioplatenses lo han recordado como uno de los mayores artistas de su tiempo y le rinden el homenaje de la posteridad. Una Exposición Retrospectiva fue realizada en Montevideo en 1941, guiada por Raúl Montero Bustamante. Desde el número de piezas recogidas. documentos reunidos, redacción y publicación de un Catálogo tan completo en su parte escrita como gráfica, y la cantidad de conferencias y comentarios, se consiguió un estudio exhaustivo sobre la vida y obra del artista uruguayo. En 1941, se realizó en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, otra exposición de 219 cuadros y dibujos de Blanes. Montevideo ha dado su nombre a una calle como también Buenos Aires.

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"Procurei felicidade por este mundo sem fim;
Sem saber que na verdade estava dentro de mim
"
(Anônimo)


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