terça-feira, 5 de julho de 2011

Sueños...

... de Eleodoro Marenco!


Bs. As Marzo de 1989

Los sueño y veo entre mis sueños
los vivo en mis recuerdos no vividos
dialogando con ellos en obstinado empeño
cuando dormido...,cuando despierto...
Asi...,siempre urgando en la vida
de un pasado muerto.

Mil fogones se encienden en mis noches
de un febril desvelo
que sin descanso evoca
al indomito bagual en su carrera loca
al gaucho que muere en el olvido
sin gestos, sin reproches...,sin gemidos.

Sigo la rastrillada de mis sueños desvelado
buscando el rancho, el ombu, la china
donde arrulla la torcaz en la glicina
alentando un amor siempre esperado.
Obstinadas remembranzas y nostalgias
no dan tregua ni calma a mis sentidos
oigo el canto de pajaros en sus nidos
y el encelado relincho del potro en la distancia.

Mil recuerdos pasan rodeo en mi memoria,
Son las "cosas" de mi Patria y de su Historia,
envueltas en las leyendas y las brumas
de un lejano ayer...,de un pasado inmenso.

¡Ah! tiempos...
que lejos se han ido
tras ellos..., al tranco mi vida
siguiendo sus rastros invisibles
en el eterno misterio del infinito...

 En el alto azul del cielo
brilla el lucero de la tarde
el sol..., rumbea hacia el ocaso
silente llega la noche
tendiendo sobre la quietud del campo
sus largas y anchas sombras
a guisa de caronas, de matras y de ponchos
donde alli, el sol descansara su noche.

Yo en mis sueños y desvelos
sigo las huellas del tiempo
esperando el dia "ese"...
en que fijando la mirada
en la lejana cruz del sur
cruzare mis ponchos y montando...
partire endereceras a las estrellas,
asi...,al paso, llegare a los umbrales
de las brumas y leyendas.

Alli, echare pie a tierra
y me reunire con ellos...,
gozando ya en plenitud de una eternidad
de cielos...,de infinitas pampas...
entregado definitivamente a mis para siempre
eternos "sueños"...,
cobijado al amparo de la gloria
de Dios Nuestro Señor y la Santisima Virgen.


 El genial artista Eleodoro Ergasto Marenco nació en Buenos Aires el 13 de julio de 1914.

Con innato talento y verdadera pasión investigó, dibujó, pintó y esculpió la tradición y la historia argentina por más de sesenta años. Su inclinación artística nació en las vivencias rurales de su niñez, imágenes guardadas en su memoria, que aparecieron con nitidez creciente en sus dibujos y en sus pinturas, cuando la madurez artística se potenciaba con la madurez del hombre.

Durante los años de bachillerato, circunstancialmente el Sr. Alejo González Garaño vio sus dibujos y “Amigos del Arte” organizó, en 1933, su primera muestra, a la que seguirían veintiocho más, la última de las cuales tuvo lugar en el Salón de las Artes de la Casa de Gobierno, en 1995.


Con la fuerza arrolladora de su amor por lo gauchesco, Marenco persiguió sin descanso la perfección de los trazos. Un minucioso trabajo de investigación histórica precedió sus obras a lápiz, carbonilla, pluma, témpera, acuarelas y óleos. Con el coraje del autodidacta comprometido con su tierra y el afán por retratar con fidelidad las huellas del pasado, el perfil de cada época y de cada personaje, consiguió que sus trabajos se transformaran en verdaderos documentos siendo, aun hoy, máximo referente e indiscutida fuente de consulta para todos aquéllos que buscan la rigurosidad histórica.

“… Recurrí a cuanta fuente de información tuve acceso –escribió– oral o escrita, alentado por mi admiración y pasión por el pasado, que tanto me atraía. Cuanto más se indaga y se conoce, mucho más queda por conocer… y una vida no alcanza…”

El caballo y el hombre de a caballo fueron dos de sus temas primordiales, en las múltiples facetas del gaucho, el indio, el soldado. El caballo criollo, el flete, el parejero, el reservado; la doma, la yerra, los arreos, los pelajes y las pilchas gauchas que inmortalizó Marenco, rescatan y valoran la utilidad, la estampa, la destreza y la identidad criollas.

Ilustró más de treinta obras, las más encumbradas de la literatura gauchesca, entre las que podemos destacar: “Martín Fierro”, de José Hernández; “La Cautiva” y “El Matadero”, de Esteban Echeverría; “Fausto”, de Estanislao del Campo; “Una Excursión a los Indios Ranqueles”, de Lucio V. Mansilla y “Equitación Gaucha”, de Justo P. Sáenz (h). También retrato a los soldados de la Patria y sus uniformes en completos trabajos como, por ejemplo, su famosa carpeta “Evolución histórica de los uniformes militares argentinos”, de 1952. Asimismo, su profunda versación en la temática argentina lo convirtió en asesor obligado en obras teatrales y cinematográficas.


Se desempeñó, paralelamente, como empleado de Ferrocarriles Argentinos, del Ministerio de Hacienda de la Nación y del Instituto Cinematográfico Nacional, pudiendo -recién después de jubilarse- dedicarse por completo a su vocación artística.

Hoy, las láminas de sus carpetas como, por ejemplo, “Nuestro Campo”, ‘La Estancia Vieja”, “La Retreta del Desierto” y “Gauchos”, como los almanaques y los libros que ilustró, están presentes en antiguos almacenes, en establecimientos rurales, en museos e instituciones tradicionalistas de todo el país y en los hogares donde todavía se palpa la tradición.


Marenco fue un hombre proverbialmente desinteresado y generoso, muy profundamente ligado a su familia –su mujer Ernestina García Villamil, sus cuatro hijos y sus veinte nietos- y a sus amigos (“…en amistad de amigos…”, como solía decirles). El amor a la Patria, la fidelidad a los seres queridos, el respeto por la palabra empeñada y la humildad como actitud frente a la vida, son mensajes que hoy perduran en sus familiares y en quienes lo trataron de cerca.

Su prestigio ha transpuesto nuestras fronteras a América y Europa. Su fallecimiento, acaecido el 17 de junio de 1996, dejó un espacio muy difícil de reemplazar, pero su obra continúa viva para quienes aman a la Patria y la Tradición, siendo aún hoy un emblema y un ejemplo, no sólo para los que lo conocieron – tanto a él como a su obra- sino para las nuevas generaciones que aprecian con admiración sus dibujos y pinturas.


Marenco persiguió sin descanso la perfección de los trazos. Un minucioso trabajo de investigación histórica precedió sus obras a lápiz, carbonilla, pluma, témpera, acuarelas y óleos. Con el coraje del autodidacta comprometido con su tierra y el afán por retratar con fidelidad las huellas del pasado, el perfil de cada época y de cada personaje, consiguió que sus trabajos se transformaran en verdaderos documentos siendo, aun hoy, máximo referente e indiscutida fuente de consulta para todos aquéllos que buscan la rigurosidad histórica.
El caballo y el hombre de a caballo fueron dos de sus temas primordiales, en las múltiples facetas del gaucho, el indio, el soldado.

Su prestigio ha transpuesto nuestras fronteras a América y Europa.

Su fallecimiento, acaecido el 17 de junio de 1996, dejó un espacio muy difícil de reemplazar, pero su obra continúa viva.
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A história é a ciência dos homens, dos homens no seu tempo
( Bloch ) 

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